aparecen en escena los adoquines de la París-Roubaix

Armstrong ya ha anunciado una auténtica criba para la etapa más esperada de esta edición del Tour · Todas las miradas están puestas en si Contador es capaz de pasar con nota la prueba de fuego de los adoquines del Norte de Francia

Desde que se presentase el recorrido del Tour hace nueve meses, no se ha dejado de hablar de la etapa del pavés, la de la París-Roubaix, aquella en la que se podría detener la dictadura de triunfos de Alberto Contador, una oportunidad única para borrar del mapa al ciclista más dominador en las Grandes Vueltas de los últimos años

Durante este tiempo, los 13,2 kilómetros de adoquines repartidos a lo largo de siete tramos han sido un lugar de peregrinación para los ciclistas en su preparación previa a la ronda francesa. No ha habido ni un solo favorito que no se haya acercado para conocer un terreno que ha levantado grandes expectativas.

Es cierto que el Tour había visitado en ocasiones anteriores el temido pavé, pero en esta ocasión la proximidad de este terreno a la línea de meta ha generado una tensión nunca vista. Armstrong, consciente de su inferioridad respecto a Contador en la montaña, sabe que es su mejor oportunidad para atacar la línea de flotación de Astana y ya ha prometido una auténtica carnicería.

Las consecuencias de la batalla
La pregunta vuela en el ambiente es: ¿Realmente puede perder el español el Tour en los adoquines? En primer lugar, hay que decir que los tramos de pavé que afrontará el pelotón son los mismos de los de la París-Roubaix, uno de los cinco grandes monumentos y que se conoce con el nombre de 'La ultima locura' y el 'Infierno del Norte'.

Partiendo de esta base, es más que evidente la dificultad de la empresa, pero también lo es que los ciclistas no pasarán por los sectores más duros de la clásica primaveral, el bosque de Arenberg y el Carrefour de l'Arbre. El pavés comenzará en el kilómetro 128 con un pequeño tramo de 350 metros de longitud para luego encadenar el resto de trechos en los últimos 30 kilómetros ya en territorio francés.

Pese a la falta de los tramos más duros por excelencia, el último en el que se adentrarán los corredores, a 10 kilómetros de meta, el sector de Haveluy, tiene una longitud de 2,3 kilómetros y una catalogación de cuatro estrellas de dureza.

Hay terreno para hacer daño, pero la cuestión es cuánto. Si Contador, que nunca ha participado en la París-Roubaix, no se vuelve loco y confía en que su equipo le guie por esta nueva senda para él no debería perder un tiempo que luego fuese imposible de recuperar en la alta montaña e incluso en la contrarreloj final.

El equipo que, a buen seguro, será el encargado de tocar la trompeta de guerra será el Radio Shack de Lance Armstong, escoltado por Gregory Rast y Yaroslav Popovich, dos hombres expertos en la materia. También será clave el trabajo de hombres como Kloden y Leipheimer que presumiblemente se adaptan bien a las exigencias del adoquín, una buena musculatura en piernas y lumbares.

¿Cancellara, factor determinante?
El hombre que da más miedo a todos es el ganador de la última edición de la Roubaix, el indomable Fabian Cancellara, que podría poner su 'motor' humano en funcionamiento para llevar en volandas a los hermanos Schleck. Aunque una cosa hay que tener muy clara sobre el pavé, seguir la rueda de un compañero ayuda pero la clave es la fuerza de cada cual, algo de lo que no andan muy sobrados los hermanos luxemburgueses, según lo visto en el prólogo.

Quizá una de las ideas que hay que tener más claras es la reorganización del equipo entre tramo y tramo ahorrando energías que luego serán necesarias sobre los adoquines. También será muy importante la lucha por una buena posición a la hora de entrar en los diversos sectores, lo que podría provocar alguna que otra caída que podría dejar en fuera de juego a los favoritos.

El parte de guerra
Todo lo dicho anteriormente puede que no valga para nada tras el caos que vivió el pelotón en la etapa camino de Spa. Habrá que verl el parte de guerra antes del pistoletazo de salida y ver en carrera quien paga los esfuerzos de una jornada devastadora para los ciclistas.

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